LOS POBRES EN ÉPOCA DE PANDEMIA

Por: Iván Cepeda Castro
LA INQUIETANTE APARICIÓN DE UNA enfermedad que se difunde rápidamente en todo el planeta muestra las proporciones y la profundidad de la crisis del sistema de vida contemporáneo en condiciones de la llamada globalización.

Como lo predijeron los especialistas en el comienzo de la crisis económica mundial, lo específico de esta nueva debacle es que se encadena con otras crisis; entre ellas la del ecosistema. El modelo del capitalismo a ultranza, que sin ningún miramiento ético decidió conscientemente ignorar las consecuencias prácticas de la manipulación mercantil de todos los recursos y seres del planeta, se enfrenta ahora a los primeros efectos devastadores a gran escala que con celeridad se van encadenando.

Como se sabe, durante las épocas de grandes epidemias, las peores consecuencias las sufren las sociedades y las poblaciones pobres. Basta ver el panorama del sida. Según el compendio Estadísticas Sanitarias Mundiales, 2008, de la OMS, una de cada tres personas infectadas por el VIH vive en algún país africano. Como lo advierte un editorial del periódico La Jornada de México, el contraste entre las muertes registradas en ese país y los cuadros clínicos provocados por el mismo virus en Estados Unidos tiene su explicación en la pobreza. La práctica neoliberal de destruir el servicio de salud pública ha dejado expuestos a la desprotección a millones de personas. Como lo asegura el editorialista: “En el contexto así creado y agravado por los gobiernos neoliberales que van de 1988 al presente, el surgimiento de un brote viral largamente anunciado ha de ser obligadamente desastroso y, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos y en diversas naciones europeas, mortal para muchos de los infectados”.

Ese diagnóstico, que sirve de contexto sociológico a la nueva enfermedad global, no se diferencia mucho del que se puede hacer en Colombia. Aquí también las víctimas más cuantiosas de todas las desgracias pertenecen a los estratos pobres y vulnerables. En el país la situación general de los servicios de salud es lamentable. Su privatización ha llevado a que el acceso a la atención médica y hospitalaria se convierta en un privilegio de sectores restringidos. En condiciones de alerta ante una epidemia, se hace evidente que las poblaciones rurales, los millones de desplazados y los sectores pertenecientes a los barrios marginales de las grandes ciudades no tienen acceso a las medidas preventivas ni curativas. ¿Cómo acatar la recomendación de lavarse las manos regularmente en tugurios donde ni siquiera hay servicio de agua y alcantarillado? Quienes viven sin servicios, en condiciones de desnutrición endémica, sin ningún acceso a la asistencia médica, están expuestos a la desprotección total. Cada año en el país decenas de miles de personas pobres o en situación de marginalidad sufren los estragos de las catástrofes naturales. Al afrontar el peligro que hoy acecha es un deber de las autoridades nacionales y locales destinar recursos y poner en práctica políticas médicas especiales para esas poblaciones antes de que ocurra con ellas un nuevo desastre de inmensas proporciones.

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Todo está listo para la liberación del cabo Pablo Emilio Moncayo. La Cruz Roja Internacional, la Iglesia y el gobierno de Brasil han anunciado su respaldo. Las Farc piden que de la misión humanitaria haga parte la senadora Piedad Córdoba y el profesor Gustavo Moncayo. Sólo falta un acto de buena voluntad del Gobierno. Esperamos que se dé lo antes posible.

Tomado de EL ESPECTADOR http://elespectador.com

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